“Amar es esencialmente querer ser amados” Jacques Lacan
Cuando uno ama a la otra persona, lo que se pone en juego es un deseo de ser deseados por el Otro, un deseo que nos ubique en una posición de ser, es decir, que responda a la pregunta de ¿Qué soy yo para vos?. Esta pregunta y otras del mismo estilo es respondida en tanto uno es alguien para el otro, cuando juntos ya no se necesita nada más, pues una persona que está completa, ya no desea más. Como si uno comiera hasta no poder más y estuviera lleno y por consecuencia no tuviera más hambre. Aquí uno se olvida de que tarde o temprano, el hambre va a volver y que vamos a querer comer nuevamente.
Lo que quiero decir con lo anterior es que esta posición en la que la persona se ubica, en “ser el amor para el otro” es ilusoria, ya que lo fundamental, lo que es inherente al ser humano es ser seres deseantes. Seres deseantes que por deseantes se esconden de la satisfacción, ya que un deseo satisfecho implica la desaparición del deseo, de allí su resistencia a la realización. El deseo es ante todo, deseo insatisfecho.
Entonces, ¿ amamos al otro para que éste nos de lugar en su deseo y así poder responder la pregunta sobre mi ser? Efectivamente, y de allí es que radica la diferencia entre el amor y el enamorado. El que está enamorado se quiere ubicar en el lugar del ser, en cambio el que ama, acepta la falta propia y la del Otro, para luego darla; Es por esto que Lacan ubica al amor como “dar a quien no es, lo que no se tiene”.
“dar a quien no es”, es dar a esa persona que no nos viene a completar, ya que somos seres deseantes, seres en falta. “Lo que no se tiene”, es justamente la falta. De lo que se trata entonces es poder amar aceptando la falta en el Otro y la propia falta, que sería por ejemplo: “Por más que yo pueda estar con otras personas, elijo estar con vos”. De este modo uno puede ubicarse como la falta en el Otro, en la medida en que a mi también me falta. “Te amo porque quiero ser amado, te ubico como mi falta”.