Los Celos: Temor a Perder el Lugar en el Deseo del Otro
Desde el psicoanálisis, los celos se comprenden como una reacción a la angustia de perder el amor o la atención de una figura importante. En este sentido, los celos se producen dentro de una relación triangular: el sujeto, el ser amado y el rival. El problema no es solo el temor a perder a la persona amada, sino la fantasía de que el otro será preferido en nuestro lugar, lo que desestabiliza nuestra identidad y nuestro sentido de valor.
Freud describe los celos como una emoción estructural que se remonta al complejo de Edipo, donde el niño se enfrenta a la rivalidad con uno de los padres por el amor del otro. En este triángulo inicial se crea la matriz de muchas relaciones futuras: siempre hay alguien más que aparece como una amenaza a nuestro lugar privilegiado. En la adultez, los celos se reactivan cada vez que sentimos que el deseo o la atención del otro podría dirigirse hacia un tercero.
Jacques Lacan añade que los celos surgen cuando se pone en juego el deseo del Otro. Queremos ser el objeto exclusivo del deseo del otro, pero este deseo es, por naturaleza, inestable y múltiple. Los celos muestran la dificultad de aceptar que nunca podemos ser todo para el otro, ya que siempre existe una falta que ni nosotros ni nadie puede llenar completamente.
Imaginemos una pareja donde una persona se siente amenazada por la cercanía de su pareja con un amigo o colega. En este caso, el problema no es necesariamente la infidelidad, sino la fantasía de que el otro ocupa un lugar emocional más importante que uno mismo.
La Envidia: El Deseo de lo que el Otro Tiene
A diferencia de los celos, la envidia no se basa en una relación triangular, sino en una relación dual entre el sujeto y otro al que se le atribuye algo deseado. La envidia no implica el miedo a perder el afecto de una persona, sino el deseo de apropiarse de lo que el otro posee. No solo queremos lo que el otro tiene, sino que envidiamos que lo tenga.
Freud vincula la envidia a las primeras etapas de la infancia, como la envidia del pene, una noción controvertida que describe el sentimiento de carencia que surge en las niñas al darse cuenta de que no poseen este órgano. Sin embargo, más allá de este caso particular, la envidia señala una sensación de falta y desigualdad que genera malestar en el sujeto. En la envidia, no queremos compartir lo que el otro tiene; más bien, deseamos que el otro lo pierda, porque su posesión hace evidente nuestra carencia.
Desde la perspectiva lacaniana, la envidia está conectada con el registro imaginario, donde la identidad del sujeto se forma en comparación con los otros. El espejo del otro nos devuelve la imagen de lo que no tenemos o no somos, generando malestar. Por esta razón, la envidia es profundamente narcisista: lo que molesta no es solo que el otro tenga algo deseado, sino que su posesión pone en cuestión nuestra propia imagen de completud.
Imaginemos que una persona envidia el éxito profesional de un colega. No solo desea tener el mismo éxito, sino que también fantasea con que el otro fracase, porque el triunfo ajeno resalta la sensación de insuficiencia personal.
Celos vs Envidia: diferencias fundamentales
La envidia es una relación que existe entre dos personas. donde una no quiere que la otra disfrute de algo por el mero hecho de que no quiere que disfrute. La persona que envidia no le importa el objeto disfrutable del Otro, puede ser cualquiera. Por ejemplo, una persona no quiere que la otra tenga una relación feliz, o tenga un auto o que no se enamore; Es una pura relación de agresión donde el único placer es que el Otro sufra. Un ejemplo muy claro se ve con los niños, cuando se le regala algo igual a los dos pero uno quiere lo que el otro tiene
En cambio, el celoso/a no quiere que se le de a un tercero lo que él pretende para sí. Si en la envidia el objeto le es superfluo, en los celos este último le importa mucho, es muy valioso porque hay un amor en juergo.
La envidia es algo más patológico y más destructivo que los celos. El celoso deposita en la otra persona tanto amor, que cada vaciado de sí mismo, por lo que al darle al Otro el yo de la persona queda empobrecido. El celoso piensa que el Otro va a encontrar a una persona que sea mejor, que la satisfaga más, que la haga más feliz. Empieza a ver que el Otro es mejor que uno todo el tiempo, sea porque tiene más dinero o se vista mejor o sea más lindo. Entonces de lo que se trata en los celos, más que un amor por el Otro, una falta de amor propio.
A continuación un cuadro donde se contraponen a los celos con la envidia:
Celos | Envidia |
---|---|
Se da en una relación triangular: sujeto, ser amado, y un tercero. | Se da en una relación dual: sujeto y otro con algo deseado. |
Temor a perder el amor o el deseo del otro. | Deseo de apropiarse de lo que el otro tiene. |
Angustia por no ser suficiente para el otro. | Malestar por la desigualdad y carencia personal. |
Implica querer eliminar al tercero que amenaza nuestro lugar. | Implica desear que el otro pierda lo que tiene. |
Se vincula con el deseo del Otro. | Se vincula con la comparación narcisista. |
Celos y Envidia en la Vida Cotidiana
Ambas emociones aparecen con frecuencia en nuestras relaciones personales y sociales. Los celos se manifiestan en las relaciones amorosas cuando sentimos que nuestro lugar está amenazado. La envidia, en cambio, surge en contextos donde las comparaciones se hacen inevitables: redes sociales, ámbitos laborales o familiares.
En una relación de pareja, los celos revelan el temor de que el otro dirija su deseo hacia alguien más. En un entorno laboral, la envidia puede aparecer cuando alguien logra un ascenso o reconocimiento, activando un malestar profundo en quienes se sienten menos valorados.
¿Cómo Gestionar Celos y Envidia?
El psicoanálisis no busca eliminar estas emociones, sino comprender su origen para poder habitarlas de forma más consciente. Aceptar que el deseo siempre implica una falta es clave para manejar los celos: nunca podremos ser todo para el otro, y esa incompletud es parte inevitable de toda relación.
Con la envidia, el desafío es reconocer nuestra propia carencia sin destruir al otro. En lugar de dejarnos llevar por la fantasía de que solo seremos felices si obtenemos lo que el otro tiene, es más productivo encontrar formas de aceptar nuestra singularidad y desarrollar nuestros propios deseos.