Mito de Narciso y Eco: “Un amor no correspondido”.
Es a causa de su hermosa apariencia que Narciso provoca encendidos deseos en jovencitos y muchachas, a los que rechaza en razón de su orgullo. Un día, se cruza en su camino la ninfa Eco quien, a causa de una antigua maldición no sabe ni hablar ni callarse cuando se le habla, sino solo repetir los sonidos que oye. Eco se prenda de Narciso y Narciso la desdeña como a los demás. Abandonada, Eco se marchita y sólo queda de ella su voz. Para castigar a Narciso por el ultraje, los dioses le castigan a su vez a no poseer jamás el objeto de su amor. En una escena paradigmática vemos a Narciso extasiarse ante su reflejo en el agua justo antes de quedar inmovilizado y metamorfosearse primero en una estatua y después en una flor. Narciso ve una imagen nítida y exclama “…pero, ¡soy yo! He comprendido que mi imagen no me engaña. Ardo de amor por mi mismo…”. En ese instante Narciso queda petrificado. Eco alcanza entonces a abrazarlo, justo en el momento en que se transforma en una flor. El mito de Narciso dice algo del carácter mortífero del ensimismamiento en la propia persona, en la propia imagen .
El Narcisismo según Freud: El Yo como Objeto de Amor
Hubo que esperar al siglo XX para que el llamado narcisismo se convirtiera, a través del psicoanálisis freudiano, en una figura constitutiva del psiquismo. En 1914 Freud escribe su obra “Introducción al narcisismo”, donde establece la diferencia entre la libido que se dirige hacia los objetos exteriores y la que se proyecta sobre el propio yo. La idea de yo aparece en la obra de Freud ligada a la idea de la conciencia por contraposición a la noción de inconsciente que Freud va descubriendo en el trabajo con sus pacientes. Él constata que el yo-conciencia se defiende de ciertos contenidos displacenteros que quedan entonces inaccesibles a la conciencia. El yo se va constituyendo a lo largo del desarrollo infantil con los contenidos aceptados en contraposición a lo displacentero que es expulsado al exterior. De esta forma se va conformando una distinción entre Yo y no Yo, a través del mecanismo del principio del placer.
En la adultez, el Yo debería aprender a desplazar parte de ese amor hacia el otro. Sin embargo, en Narciso, el amor no puede salir de sí mismo: su deseo está atrapado en la imagen ideal que refleja su identidad. Esta fijación con su propio reflejo simboliza la imposibilidad de amar fuera de su propio Yo.
Eco y la Dependencia del Otro: La Voz como Símbolo de la Pérdida
Eco representa, en términos psicoanalíticos, un tipo de dependencia emocional extrema. Condenada a repetir las palabras de los demás, Eco no puede expresar su deseo de manera auténtica. Ella depende completamente de la presencia y las palabras del otro para existir, lo que la convierte en una figura que ilustra la pérdida de identidad y autonomía.
Desde la perspectiva del Estadio del Espejo de Jacques Lacan, Eco encarna una forma patológica de identificarse con el otro: ella solo es a través de la palabra del otro. En su relación con Narciso, Eco busca encontrar en él una respuesta que le devuelva un sentido de sí misma. Sin embargo, Narciso la rechaza, ya que está completamente absorbido por su propia imagen. Este rechazo lleva a Eco a desaparecer como sujeto, quedando reducida a una voz sin cuerpo, una metáfora del vacío interno que provoca la dependencia excesiva del deseo del Otro.
Narciso y la Imposibilidad del Deseo
Para Lacan, el mito de Narciso simboliza la trampa del deseo en el registro imaginario. La imagen en la que Narciso queda atrapado es una versión idealizada de sí mismo, algo que nunca podrá alcanzar realmente. El deseo lacaniano, en este contexto, se define como el deseo de lo que nos falta, y Narciso, al identificarse con su reflejo, se enfrenta a una paradoja: desea una imagen que cree ser él mismo, pero que en realidad nunca podrá poseer completamente. Esta imposibilidad de alcanzar su deseo lo condena a una búsqueda sin fin y a la muerte.
El Amor según el Psicoanálisis: La Tragedia de Narciso y Eco
El mito de Narciso y Eco pone en evidencia dos modos fallidos de amar. Narciso no puede salir de sí mismo para reconocer al otro como un sujeto con deseos propios. Su amor es una fijación narcisista con una imagen que le devuelve la ilusión de ser completo. Por otro lado, Eco representa una forma de amor dependiente, en la que el sujeto pierde su propia voz e identidad, quedando a merced del deseo del otro.
Desde el psicoanálisis, el amor saludable no puede basarse ni en el encierro narcisista ni en la dependencia absoluta del otro. Lacan sugiere que “amar es dar lo que no se tiene”: reconocer que siempre hay una falta en nosotros mismos y en los demás, y que amar implica aceptar esa incompletud sin intentar llenar completamente el vacío.