Nadie tiene libertad para ser libre, sino que al no ser libre lucha para conseguir su libertad.
¿Qué es la educación bancaria?
Freire utiliza el término educación bancaria para describir un modelo de enseñanza en el que el conocimiento es tratado como una “depósito” que los docentes entregan a los alumnos, quienes se limitan a memorizar y repetir información sin cuestionarla. En este tipo de educación, el estudiante es un receptor pasivo, mientras que el maestro asume un rol autoritario y transmite saberes sin permitir la participación activa del alumno.
Esta educación perpetúa estructuras de opresión porque no fomenta el pensamiento crítico ni la capacidad de cuestionar la realidad. En lugar de liberar al educando, lo condiciona a aceptar el mundo tal como es, manteniendo las desigualdades y jerarquías sociales.
La educación como práctica de libertad
Freire plantea una alternativa al modelo bancario, proponiendo una educación liberadora o dialógica, en la que el conocimiento se construye de manera colectiva y crítica. El docente ya no es una figura autoritaria, sino que se convierte en un facilitador del aprendizaje y aprende junto con los estudiantes en un proceso recíproco. Esta forma de enseñanza promueve la reflexión y la acción, elementos que Freire resume en el concepto de praxis: la unión entre teoría y práctica para transformar la realidad.
Freire creía que el objetivo de la educación no es solo transmitir conocimientos, sino también despertar la conciencia crítica (lo que él llamaba conscientización), permitiendo que los individuos se conviertan en sujetos activos en la construcción de su propia historia.
El diálogo como herramienta pedagógica
Un elemento clave del pensamiento freiriano es el diálogo. Para Freire, educar es dialogar, y el diálogo no se reduce a una simple conversación, sino que implica un encuentro entre personas que buscan comprender el mundo juntas. En este proceso, tanto el maestro como los estudiantes aprenden y enseñan simultáneamente, superando la dicotomía entre quienes “saben” y quienes “no saben”.
El diálogo educativo fomenta la igualdad, el respeto y la colaboración, promoviendo un aprendizaje que surge de la reflexión crítica sobre la realidad cotidiana de los estudiantes. A través del diálogo, los individuos se empoderan para cuestionar las estructuras de opresión y proponer nuevas formas de organización social.
La educación como acto político
Freire sostiene que toda educación es política, ya que nunca es neutral: siempre contribuye a mantener el status quo o a transformarlo. En este sentido, la educación no es solo un proceso de transmisión de conocimientos, sino también un acto de intervención en la realidad. La educación liberadora tiene como objetivo que las personas se conviertan en agentes de cambio social, capaces de transformar las estructuras injustas y construir una sociedad más justa y equitativa.
Freire también subraya la importancia de contextualizar el aprendizaje en la realidad social de los estudiantes. El conocimiento no puede ser abstracto ni desarraigado de la experiencia concreta del educando; al contrario, debe surgir de su entorno y conectarse con los problemas que enfrentan en su vida diaria.
La esperanza y el compromiso ético en la educación
Para Freire, la educación debe estar basada en la esperanza. A pesar de las dificultades y los obstáculos que enfrenta la humanidad, el acto educativo debe ser un acto de fe en la capacidad del ser humano para cambiar el mundo. Esta esperanza no es ingenua ni pasiva, sino que exige un compromiso ético con la lucha por la justicia y la igualdad.
El maestro, en esta visión, debe ser un agente de esperanza, alguien que inspira a sus estudiantes a creer en su potencial para transformar su realidad. Freire entiende la educación como un proceso profundamente humano, que fomenta la solidaridad, el respeto y la empatía entre las personas.
La lectura no es caminar en las palabras; es tomar el alma de ellas. Paulo Freire