La autoestima es un concepto que atraviesa nuestra experiencia emocional y social, y desde el psicoanálisis, se entiende como algo mucho más complejo que una simple valoración personal. No se trata solo de cuánto nos gustamos o cuánto éxito creemos tener, sino de cómo se estructura nuestra identidad en relación con los otros y con el inconsciente. En esta línea, la autoestima no es fija ni estable, sino que oscila según las relaciones, deseos y conflictos que atraviesan nuestra vida
El Yo y la Autoestima: La Construcción Narcisista
Sigmund Freud fue uno de los primeros en vincular la autoestima con el concepto de narcisismo. En su obra “Introducción del Narcisismo”, plantea que, en un primer momento de la vida, el niño vive en un estado narcisista, creyéndose completo y omnipotente. A medida que crece, el contacto con la realidad y la aparición del otro hacen que ese narcisismo primario se quiebre, generando la necesidad de recibir amor y reconocimiento para mantener una imagen positiva del Yo.
La autoestima es algo que se va constituyendo a lo largo de nuestra vida, no es algo dado con antelación. Esta construcción comienza en la infancia en la relación que tenemos con nuestros seres más cercanos, como pueden ser nuestros padres, hermanos, tíos, abuelos, entre otros. Esta construcción se integra a la formación yoica de la persona. Deja una huella en nuestro ser, sin embargo no es determinante.
La autoestima se construye, entonces, a partir de un balance entre la satisfacción de nuestros deseos y las exigencias del mundo externo. Cuando logramos satisfacer esos deseos de manera acorde a nuestras expectativas o a la mirada de los otros, la autoestima se fortalece. Pero cuando la realidad impone límites, se generan sentimientos de insuficiencia y el Yo queda herido.
Una parte de la autoestima proviene de ese narcisismo primitivo o primario, (primeras relaciones que sobrevienen en la infancia) donde somos nombrados, ubicados en relación al deseo del Otro, por ejemplo si han sido afectuosos y nos han hecho sentir bien o por lo contrario nos han tratado de inútiles; Otra parte proviene de la conformación de la experiencia, por ejemplo cuando rendis un examen y te va bien y te dicen: “ ¿Muy bien! ¡Te felicito, sos un genio, te sacaste un 10!”, lo que ayuda a tener una buena autoestima; Otra parte está relacionada con la satisfacción de libido objetal, lo que quiere decir poder amar a los otros, poder libidinizar los objetos y que no quede encerrada en el yo narcisista, ya que esto llevaría a el delirio ( en el caso de la psicosis), o a ser una persona con baja tolerancia a la frustración. Por ejemplo el niño que siempre lo han dejado ganar en todo o le han dado todo lo que quería. Este niño conforma un yo que no se ha frustrado y cuando esto suceda le va a resultar intolerable.
Es imposible no frustrarse, lo importante es poder posicionarse en un lugar en donde la frustración no sea intolerable, aceptar que todo no es posible, que hay personas que no piensan ni sienten como uno.
La baja autoestima, no proviene de ningún supuesto defecto físico, (ser gordito , narigón, bajo) proviene de lo psíquico, de la construcción que se haya hecho en nuestra infancia, pero también la que se hace día a día. La autoestima se construye todos los días, por lo que no hay una determinación de nuestro ser. Parafraseando a Sartre “uno es lo que hace con lo que hicieron de uno”, o como ubica Lacan “un sujeto representa a un significante para otro significante”.
Autoestima y el Ideal del Yo
Otro concepto importante en la teoría freudiana es el Ideal del Yo: una imagen interna que contiene nuestros ideales más elevados, aquello que aspiramos ser. La autoestima se ve afectada por la distancia entre el Yo real y ese Ideal. Cuanto más lejos sentimos que estamos de esa imagen ideal, mayor es la frustración y más debilitada queda nuestra autoestima. En cambio, cuando logramos acercarnos a esos ideales, la autoestima se fortalece.
Desde la perspectiva lacaniana, la autoestima está atravesada por el deseo y la falta. Lacan sostiene que el deseo surge precisamente porque algo siempre falta en nuestra vida psíquica. Nunca somos completos, y esa falta es constitutiva del ser humano. Esta perspectiva nos permite entender que la autoestima nunca será completamente sólida: siempre habrá algo que no se satisface del todo, porque la falta es estructural.
Autoestima, Deseo y Falta
Aceptar esta falta —en lugar de pretender alcanzar una imagen perfecta e inalcanzable— es clave para una relación más saludable con uno mismo. La autoestima no se basa en la perfección, sino en la capacidad de sostener el deseo a pesar de la incompletud.